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CRITICA A LAS NEGOCIACIONES DE PAZ

Luis Arce Borja

Diversos grupos guerrilleros están envueltos en diálogos y mesas redondas con los representantes del Estado. Lanzan formidables ofensivas guerrilleras pero inmediatamente piden negociaciones de paz. ¿Qué hay detrás de la «solución política y pacífica al conflicto armado»?. En términos generales se dice que mediante este camino se puede resolver la guerra y poner fin a las secuelas sociales que originaron el conflicto. Incluso se plantea que por esta vía se vislumbran soluciones sociales y políticas a favor de los oprimidos. Nepal y Colombia nos sirven de elementos para este análisis. En dichos países se desarrollan dos de los más importantes procesos armados de la actualidad. En el primer caso, la lucha armada es dirigida por el Partido Comunista de Nepal (maoísta), y en el segundo caso son las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) de Colombia, las que encabezan las acciones subversivas. Estos grupos armados, diferentes en sus concepciones doctrinarias, coinciden en pretender resolver la guerra civil a través de las negociaciones de paz con los representantes del Estado.

La lucha armada en Nepal se inició el 13 de febrero de 1996. A mitad del 2001 los dirigentes de esta guerrilla anunciaron el inicio de conversaciones de paz con el gobierno de este país. Según el jefe de este grupo guerrillero, estas negociaciones se desarrollan en «aplicación creativa del marxismo-leninismo-maoísmo». (1). En enero del 2003 , este partido anunció el «cese el fuego», señalado al mismo tiempo que el «frente de las conversaciones de paz, expresión del equilibrio estratégico, es otro frente de guerra de forma distinta.... Por nuestra parte, en las negociaciones nos esforzaremos con mucha seriedad y responsabilidad por resolver los problemas de la nación y del pueblo...Celebraremos un diálogo a favor de los intereses fundamentales del país y de las masas... Así, nuestro Partido llama firmemente a hacer que se celebre el diálogo no sólo entre nuestro Partido y el viejo régimen, sino también con todos los partidos políticos, intelectuales y las amplias masas, a fin de que dé resultados por la causa del país y del pueblo...». (2).

La lucha armada dirigida por las FARC se inicia en abril de 1966, y en 1983 inician su largo peregrinaje de paz cuando por primera vez aceptan establecer un dialogo de paz con el gobierno de Belisario Betancourt. En marzo de 1984 firman el primer el primer documento de «cese el fuego y tregua». Desde entonces, no han dejado de proponer la pacificación de Colombia a través de negociaciones. En las dos últimas dos décadas ningún presidente colombiano ha escapado a las propuestas pacifistas de estos guerrilleros. En agosto del 2002 dirigieron una carta abierta a Alvaro Uribe Vélez (calificado de mafioso y ultrarreaccionario), flamante presidente de Colombia. Ahí señalan «que las FARC reiteran al pueblo colombiano y al nuevo Presidente, su profunda convicción en la urgente necesidad de la solución política al conflicto social y armado que padece la familia colombiana». (3). Pero más recientemente, y en plena agresión americana contra Irak (el gobierno colombiano es uno de los países sudamericanos que apoyó los planes de guerra de Busch) repitieron su propuesta de resolver la guerra interna en este país a través de las negociaciones. El 2 de abril (2003) Raúl Reyes alto dirigente de las FARC anunció no descartar «la solución política del conflicto sobre la base de abrir una negociación de paz». (4).

Las negociaciones de paz entre grupos subversivos y el Estado constituyen una vieja historia en la lucha social de la humanidad. Espartacus, en el año 71 antes de Cristo, intentó negociar con los generales romanos, y su movimiento (histórica sublevación en la que participaron más de 100 mil esclavos), fue exterminado. No muy lejos de nuestros días, en 1934 Augusto César Sandino, después de dirigir una victoriosa guerra de guerrillas contra los invasores americanos y el gobierno títere de Nicaragua, aceptó establecer conversaciones de paz. Fue asesinado después que entregara las armas y firmara un «Convenio para la Paz». En 1999 fue arrestado Abdullah Oçalan jefe del Partido de Trabajadores de Kurdistán (PKK), y dirigente de la guerra de liberación nacional del pueblo kurdo en Turquía. Desde la prisión, el líder kurdo anunció ser partidario de un acuerdo de paz con el Estado, y convocó a sus seguidores a dejar las armas. El llamado de paz de Ocalan no impidió que el Estado turco lo condene a la pena de muerte (sanción no ejecutada hasta el momento), y que lanzara una feroz represión contra el pueblo de Kurdistán. Entre 1824 y 1994, los Estados Unidos realizaron 73 invasiones militares en América Latina, y todas ellas estuvieron precedidas de artificiosas negociaciones de paz. Sólo en el periodo que comprende el inicio de los años 50 hasta 1994, las tropas americanas intervienen abiertamente en 14 oportunidades en América Latina. Para mencionar algunos ejemplos; en 1954 invaden Guatemala para derrotar el gobierno nacionalista de Jacobo Arbenz. En 1960 los marines desembarcan en Nicaragua para sostener en el poder a la dinastía tiránica de los Somoza. En 1964 le toca el turno a Cuba (durante la invasión americana a Cuba el gobierno USA negociaba con los rusos). En 1965 es Santo Domingo. En 1983 es la pequeña isla de Granada, y en 1989 los americanos ejecutan el plan «Just Cause» mediante la cual 28 mil marines invaden Panamá.

ORIGEN OSCURO DE LA VIA NO MILITAR

Contrariamente a lo que se ha creído, la versión moderna de las negociaciones, no surgió de criterios políticos democráticos y pacifistas. Se estructuró, como parte de una concepción estratégica de los Estados Unidos cuyo objetivo fundamental fue derrotar a los grupos subversivos del continente. Es bajo la administración de Ronald Reagan (1981-1989) que se institucionaliza el empleo de la negociación de paz como instrumento contrarrevolucionario. El concepto de la negociación se inserta como elemento principal de la estrategia contrainsurgente norteamericana conocida con el nombre de «Conflicto de Baja Intensidad» (5) que los americanos estructuran en 1981 para hacer aplicable a todo el tercer mundo. La ejecución y desarrollo de esta estrategia se sustenta en una táctica compuesta de dos opciones para enfrentar la lucha guerrillera. Una de ellas reposa exclusivamente en el aspecto militar y la otra pone énfasis en la gestión diplomática y negociadora. En el primer caso, se refiere a usar la fuerza militar y cualquier medio represivo (invasiones, envío de tropas, etc.), para destruir los movimientos revolucionarios o nacionalistas. Por otro lado, se concibe un programa de negociaciones y «diálogo con la guerrilla», para «erosionar las posiciones progresistas o revolucionarias desde dentro, intentar desmovilizar a las masas y ganar tiempo» bajo el objetivo de liquidar la subversión (6). Nicaragua fue un laboratorio donde se mostró la eficacia y el doble filo del «Conflicto de Baja Intensidad». Ahí se aplicó simultáneamente acciones militares (abiertas y encubiertas) y la fórmula negociadora pacifista. El gobierno americano sostuvo y financió grupos armados contra el gobierno sandinista, pero al mismo tiempo auspició negociaciones de paz como solución «pacifica y democrática» al conflicto en este país.

Es en enero de 1983 que los Estados Unidos formulan oficialmente lo que se conoce como «solución negociada y política del conflicto armado». Su promotor en América Latina fue el general Manuel Antonio Noriega, conocido traficante de drogas y uno de los más renombrados agentes de la CIA americana en Latinoamérica. La reunión donde se dio nacimiento a este engendro político se desarrolló en la isla de Contadora en Panamá y en ella participaron junto a Noriega los presidentes de México, Venezuela y Colombia, todos ellos alineados con la política de dominación norteamericana. Al momento de la reunión de Contadora, Noriega era presidente de Panamá. Había asumido el poder después de la muerte en 1981 del general Omar Torrijos, un militar que reclamaba la soberanía sobre el Canal de Panamá que los americanos tenían en su poder desde 1903. Torrijos murió en un extraño accidente de aviación. Muchos analistas han señalado que Noriega, por orden de la CIA, planificó el asesinato de Torrijos.

Los acuerdos de paz, verdaderos o ficticios, han sido mortíferos instrumentos de la lucha contrainsurgente. Su eficacidad ha sido probada en diferentes países de Latinoamérica. Por ejemplo, en Perú, Vladimiro Montesinos, otro agente de la CIA como Noriega, con el apoyo norteamericano, y la complicidad de un grupo de presos que se convirtieron en asalariados del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), fabricó en 1993 las «cartas de paz» que el gobierno adjudicó al jefe de la guerrilla maoísta prisionero y aislado desde 1992. Estas cartas fueron ampliamente difundidas por la policía y los medios de comunicación del gobierno. Sus efectos fueron desastrosos al interior del Partido Comunista del Perú (PCP), y a causa de ello el movimiento subversivo ha tenido que replegarse a los andes y a la montaña como al inicio de la luchar armada en 1980. El retroceso actual de la guerra popular en Perú y la debilidad del PCP, son en lo fundamental consecuencia directa de lo que los maoístas peruanos denominaron desde un inicio «patraña» contrarrevolucionaria fabricada en los laboratorios de la policía del Perú (7).

Saldo negativo para la revolución

Los procesos de diálogos y la firma de acuerdos de paz, al contrario de lo que se ha publicitado, han sido adversos a los intereses de los pobres, y en particular de las guerrillas negociadoras. Sólo han servido para extender el carácter militar y opresor de los estados auspiciadores de los acuerdos de paz. La experiencia negociadora (guerrilla-Estado) de los últimos 20 años entrega un saldo negativo para los movimientos guerrilleros, y no así para los estados y las potencias que se han servido de esta estrategia para conducir a la derrota a diversos grupos subversivos. A partir de la Declaración de Contadora (1983) diversas organizaciones subversivas fueron envueltos en la promoción del proceso de negociación de la guerra. El primero de los grupos armados que tomó en serio los acuerdos de Contadora fue las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que en octubre de 1983 (nueve meses después de la declaración de Contadora), formuló su planteamiento para el «cese el fuego, tregua y paz» bajo el objetivo de buscar una salida pacifica y negociada a la guerra interna en Colombia. (8). Después seguiría, el grupo guerrillero M-19 de Colombia que en 1985 materializó el flamante invento para la paz. Este grupo firmó un acuerdo con el gobierno de este país, abandonó las armas y dijo adiós a la lucha armada. Se publicitó que este hecho viabilizaba una salida pacifica a la guerra interna, y que los beneficiados serían los pobres de este país. Han pasado 17 años y en Colombia no hay ni paz ni los pobres han abandonado su miseria.

En 1990 le toco el turno a Nicaragua y este país tuvo que beber las bondades de las negociaciones de paz. La solución negociada al conflicto interno (guerra entre los sandinistas en el poder y los «contras» armados y sostenidos por la CIA americana) sirvió para que el Frente Sandinista de Liberación (FSLN) devolviera, vía elecciones generales, el poder a los grupos reaccionarios y pro yanquis de este país. En 1985, el MRTA un grupo guerrillero del Perú disparó dos o tres tiros de fusil y propuso al gobierno dirigido por Alan García Pérez «negociaciones de paz». El Mrta convirtió la negociación de la lucha armada en su segundo «frente de batalla», y pasó 17 años intercambiando misivas de paz con los diferentes gobiernos. Finalmente, en el transcurso del año 2000, los tupacamaristas fueron liquidados por el régimen de Fujimori con quien habían intentado en varias oportunidades negociar. En 1992, el Frente Farabundo Martí para la liberación Nacional (FMLN) de El Salvador después de un largo camino de más de 10 años de diálogos pacifistas suscribió un acuerdo paz con el gobierno de este país. Los guerrilleros salvadoreños, uno de los movimientos subversivos más fuertes de la época, señalaron que la «paz era una victoria para el pueblo» y que el «empate» en la guerra contra el Estado sería beneficioso para los pobres. El acuerdo de paz entre el FMLN y el Estado, no ha servido para nada, y los sucesivos gobiernos se han negado a aplicar las más mínimas reformas para aliviar el hambre y la miseria de la población. Los militares, responsables de abominables masacres y miles de asesinatos mantienen su preponderancia de poder en el Estado y su accionar criminal continúa ensangrentando este país. En 1996 la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) firmó con el gobierno lo que se denominó «Acuerdo de Paz Firme y Duradero». Actualmente el hambre y la represión tienen casi la misma dimensión que durante el conflicto armado de antes de la firma del acuerdo de paz. En México, los zapatistas (Ejército Zapatista de Liberación Nacional-EZLN-), desde el mismo año que iniciaron sus acciones guerrilleras (1994), se lanzaron a una vertiginosa carrera para buscar una salida pacífica y negociada al conflicto armado. Este grupo, a pesar de sus reiteradas propuestas de paz, no ha dado un paso adelante en la lucha social y sus fílmicas actividades políticas sólo han servido para incrementar el negocio de las Organizaciones no Gubernamentales (ONG), y para aumentar el flujo turístico en la región de Chiapas.

¿Quién gana y quién pierde?

A pesar de esta desastrosa experiencia para los movimientos democráticos y de liberación, se persiste en tomar el modelo negociador para resolver los problemas de la guerra interna del país. Se señala que estos procesos de paz viabilizan el camino al socialismo y que significan un transito seguro para el cambio de sociedad. Se aduce que las negociaciones desprestigian y debilitan al «sector militarista» del Estado. En contrapartida fortalece el movimiento guerrillero. Se dice que a través de las negociaciones se logra la democratización del Estado y que es factible introducir reformas sociales y políticas. No pocas veces los promotores de la negociación exigen, como parte de los arreglos con el Estado, establecer elecciones legislativas o generales con el propósito de conformar un gobierno pluriclasista, en el que participen todos los partidos políticos y todas las clases sociales.

Por ejemplo, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) desde hace dos décadas ha conjugado lucha armada con diálogos y conversaciones de paz. Su forma tan particular de resolver el conflicto interno de Colombia ha cobrado cuerpo estratégico en su famosa «Plataforma para un Gobierno de Reconstrucción y Reconciliación Nacional» (abril 1993), que a modo de tesis política ha sido presentado a diversos gobiernos de este país. (9). Los 10 puntos de la Plataforma, abogan por una «patria amable, en desarrollo y en paz», y piden la formación de un gobierno nacional «pluralista, patriótico y democrático». En esta orientación se pide que las Fuerzas Armadas sean «garantes de la soberanía nacional y respetuosas de los derechos humanos», y que se establezca el parlamento «unicameral donde la oposición y la minoría tendrán plenos derechos políticos y sociales». Además de solicitar «desarrollo y modernización económica con justicia social». El planteamiento de los guerrilleros colombianos incide en aplicar un programa que mantenga el Estado y el sistema político sin ningún cambio fundamental.

Pretender hacer una revolución y lograr reivindicaciones históricas a favor de los pobres, sin afectar los cimientos del Estado es una tomadura de pelo a los oprimidos. En Colombia o en cualquier parte del mundo, una «patria amable en desarrollo y paz», se inicia con la destrucción completa del viejo Estado y con la liquidación total del viejo ejército, y el parlamento burgués. Ninguna de estas instituciones de opresión puede sobrevivir a un verdadero movimiento liberador y socialista. La versión entorno a aplicar «reformas estructurales» en los estados en descomposición y formar gobiernos de «todas las sangres» (10) son versiones para historietas pero no para realidades políticas concretas. La idea que el Estado puede democratizarse en el proceso de la negociación de la guerra, es un planteamiento completamente equivocado y en esencia tiene el objetivo de ocultar que el Estado es una superestructura (una maquinaria) política que se levanta sobre una base económica clasista. El Estado no es neutro en una sociedad dividida en clases, y a decir de Marx y Engels, pertenece «a la clase económicamente dominante». (11). Situar al Estado, por encima de la sociedad es una apreciación ideológica acuñada por la burguesía y ella tiene el propósito de propagar la idea de que es posible conciliar los intereses de las clases sociales antagónicas. Se pretende con ello presentar la escena idílica de unidad entre pobres y ricos (explotadores y explotados), repartiéndose equitativamente el poder del Estado. Esta idea ubica al Estado como una institución, simple y administrativa, cuya misión es conciliar y armonizar las clases y sus intereses. Se coloca al Estado por encima de la sociedad y ajena a los problemas de las clases y sus luchas. Con esta propuesta, se pretende ocultar que el Estado, es antes que nada una categoría histórica-política ligada a la propiedad privada y a la sociedad dividida en clases con intereses diferentes. El planteamiento de negociar para «democratizar el Estado» es la negación más simplista de la naturaleza reaccionaria de cualquier tipo de Estado explotador.

Esta errónea idea, contribuye políticamente a sostener el sistema de explotación y al imperialismo. Una lucha revolucionaria contra el Estado opresor, es aparte de una violenta contienda política y militar por el poder, un choque histórico irreversible de carácter ideológico, cultural, ético y moral. Si se piensa que el Estado, sin cambiar su esencia de clase (sin dejar de pertenecer a burgueses y terratenientes), está en disposición de «hacer cambios estructurales» en beneficios de los oprimidos, se niega la naturaleza antidemocrática y reaccionaria de los estados en los países semifeudales y semicoloniales. Pensar que el Estado, que desde sus más remotos origines, funciona como un aparato de represión de una clase sobre otra puede democratizarse en el transcurso de la negociación de la lucha armada, es creer erroneamente que las clases que controlan el Estado pueden cambiar su naturaleza opresora voluntariamente y en forma pacifica sin que los oprimidos se vean precisados a recurrir a la revolución para ello. Así mediante la magia de la negociación del conflicto armado, el Estado abominable y criminal (como decían los guerrilleros cuando iniciaron su proceso armado), aparece bueno y generoso con los pobres del país. Y es aquí que la solución pacifica a la guerra interna rinde sus mejores beneficios de tipo ideológico a favor de la burguesía y del imperialismo.

Los hechos históricos concretos y la propia realidad desmienten cualquier suposición de que un Estado inmerso en el área de control del imperialismo, puede democratizarse y cambiar su naturaleza reaccionaria vía la negociación de paz. Los estados en cualquier país pobre del mundo actúan como simples regentes de los intereses imperialistas y están sujetos a los dictados de las potencias mundiales. No tienen ninguna autodeterminación y su estructura (política, judicial y militar) es una expresión caricaturesca de los Estados burgueses de los países ricos. No existe en el tercer mundo algo que se aproxime a un Estado «independiente» del imperialismo. Estos estados, instrumentos de dominación local, actúan como simples sucursales de las transnacionales y de los aparatos financieros de los imperios (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, etc.). Son las grandes metrópolis imperialistas las que determinan la dimensión social y política del Estado y el rol económico que este debe cumplir en el concierto del sistema imperialista mundial. La economía de los países atrasados está sujeta no a los requerimientos del pueblo, sino más bien a la voracidad de los países ricos. De esto resulta que los sistemas políticos imperantes (dictaduras militares o dictaduras encubiertas) son el reflejo de una economía en ruinas y en crisis permanente. Con el planteamiento de negociar para democratizar el Estado, se oculta también la naturaleza corrupta y reaccionaria de las elites políticas que controlan el aparato del Estado. Estas elites de ningún modo están interesadas en desarrollar la economía del país y menos elevar la condición de vida de la población. Sus grandes negocios radica en mantener un país atrasado y millones de personas en la pobreza. Las riquezas de estas clases provienen en lo fundamental de la crisis del Estado. Sus altas cuotas de ganancias, no son el resultado del desarrollo productivo del país, sino del robo, la coima, del tráfico de drogas, de la evasión de impuestos, del chantaje y otros delitos que solamente pueden tener vigencia dentro de una sociedad y un Estado en crisis y en bancarrota.

Negociar para avanzar ¿verdad o mentira?.

Los partidarios de las salidas pacíficas y negociadas a los conflictos armados, pretenden de otra parte, que sentarse en la mesa de negociaciones con los representantes del Estado, es un movimiento táctico que se mueve en tres direcciones. Por un lado, «desenmascara» a los representantes del Estado y los muestra como los responsables de rechazar la paz interna y no querer resolver los agudos problemas de los pobres. De otro lado, se dice que mediante la negociación de la guerra, se aísla a los «sectores militaristas y recalcitrantes» del Estado. Y de otra parte se concluye que la negociación fortalece al movimiento armado. Estos argumentos no son serios y al contrario favorecen al Estado y al conjunto de las elites políticas dirigentes. Este aspecto, visto en perspectivas de la lucha contra el sistema de explotación, entrega inmensos dividendos ideológicos-políticos a los grupos que detentan el poder del Estado y al imperialismo. ¿Por qué?.

En el primer caso, es una idea errónea, pensar que las masas pobres necesitan que se «desenmascare» a las elites políticas, para entender que estos no quieren la paz ni desean resolver los problemas de los oprimidos. Las premisas del conocimiento de las masas están sustentadas, no por una reflexión doctrinaria de la política o la ideología, sino por el sufrimiento cotidiano y el hambre al que son sometidos durante toda su existencia. Nadie mejor que los pobres para comprender que las clases que dirigen el Estado, han reducido la sociedad a una guerra sin fin y que voluntariamente (sin guerra) jamás aliviarán la existencia miserable de los oprimidos. En la antigüedad los esclavos no necesitaron «desenmascarar» a sus verdugos para tener conciencia que su enemigo principal era la parasitaria clase esclavista. Ahora mismo, es casi inútil otorgar mayores argumentos (desenmascar) la criminal política internacional que aplica Bush y sus aliados para tener claro que el enemigo fundamental (número uno) de los oprimidos y de la humanidad, son las clases dirigentes de los Estados Unidos y de las demás potencias imperialistas.

En segundo lugar, es jalado de los cabellos, dividir a las elites políticas, entre militaristas y no militaristas, entre quienes quieren la paz y quienes quieren la guerra. La burguesía y los terratenientes (que controlan el Estado) no actúan bajo el criterio simple de la guerra y la paz, sino en función de la defensa del Estado y de sus intereses. En ciertos momentos serán pacifistas (democráticos) si ello conviene a mantener su posición de clase dominante, y en ciertos momentos no tendrán ningún limite para recurrir a la más brutal represión para sostener sus privilegios y el sistema de explotación. Dependiendo de las circunstancias políticas, las clases que detentan el poder del Estado desarrollan agudas contradicciones entre ellas. Incluso pueden llegar a enfrentarse militarmente, pero ello no significa que adopten una posición avanzada sobre tal o cual reivindicación de los pobres y mucho menos que alguna de estas facciones descarte la vía militar para aplastar un movimiento subversivo o simplemente de rebelión. Muchas veces hay guerras civiles que confrontan, no al proletariado contra la burguesía, sino a las distintas facciones de los explotadores. Las luchas y contradicciones interburguesas se refiere en lo fundamental a cómo repartirse la torta del Estado, y a la forma más conveniente de controlar el poder. Es un error creer que alguna de las facciones de la gran burguesía, estará lista para sostener un «acuerdo de paz» que en verdad favorezca a los oprimidos y al movimiento subversivo. Es peor aún creer, como lo hacen los dirigentes de las FARC, que las Fuerzas Armadas de Colombia, al margen del gobierno central y del imperialismo americano, pueda influir para que la guerrilla logre un favorable «acuerdo de paz». (12). Recientemente, el 31 de marzo pasado Manuel Marulanda, máximo dirigente de este grupo guerrillero envío una carta al comando del ejército donde señala: "El futuro de Colombia no puede ser de guerra indefinida, porque ésta sólo beneficia los intereses de los gobernantes, y ustedes y nosotros estamos retardados en dirimir nuestras diferencias con diálogos."

En tercer lugar, no es correcto señalar que la negociación favorece al movimiento armado. Las masas que participan en la revolución adquieren conciencia en un largo proceso de lucha contra la policía, el patrón, el ejército y demás instituciones del Estado. Las masas se unen al movimiento subversivo, no por un conocimiento teórico de la revolución, sino más bien por el «odio de clase» que sienten contra sus opresores. Su lucha, nutrida con su experiencia y conciencia de clase, es bajo el convencimiento de que mediante su sacrificada acción lograrán liquidar a sus opresores y podrán construir una nueva sociedad, pero extrañamente a mitad del camino le dicen (sus propios dirigentes) que ahora se puede lograr la paz con justicia social, sin tener que recurrir a la violencia y sin liquidar a los odiados burgueses y terratenientes. Por obra de la negociación de paz, los explotadores y gobernantes, se convierten en buenos y pacíficos personajes, a quienes no hay que destruir, sino más bien invitar a formar un armonioso gobierno de todas las clases. Con la negociación se obliga a las masas a «bajar la guardia» (retroceder), y ello como fenómeno ideológico, debilita la fortaleza de la revolución. Se pierde en poco tiempo lo que demandó años en la formación de la conciencia revolucionaria de las masas. En el trayecto de la negociación, las masas (hacedoras de la historia como dice el marxismo), pierden su optimismo revolucionario y como lo prueba los hechos caerán irremediablemente en un agudo pesimismo político respecto a la revolución. No por gusto Lenin decía, que en «toda guerra, la victoria depende, en fin de cuentas, del estado de espíritu de las masas que derraman su sangre en el campo de batalla». (13).

Desviar la atención de las masas hacia la negociación de paz, no sólo ha significado un retroceso en el terreno de la ideología, la política y en el campo militar. También ha generado la muerte de miles de combatientes y partidarios de la lucha armada que fueron asesinados durante los procesos de «tregua» o de conversaciones de paz. Para ilustrar esta dramática particularidad del camino negociador, nos remitimos a la versión de un periodista colombiano, que siendo partidario de la llamada salida pacifica al conflicto interno, no deja de denunciar las desastrosas consecuencias y los altos costos en vidas humanas que ha costado la paz en Colombia: «Miedo a la paz, sí, aunque parezca paradójico. La paz en Colombia ha tenido en los últimos tiempos altos costos: para la guerrilla, porque la experiencia histórica de las últimas décadas ha demostrado que la paz significa más muertos que la guerra. A mediados de los ochenta otro movimiento guerrillero, el M19, firmó la paz y su integración a la "sana" política colombiana. Hoy se cuentan por cientos los militantes asesinados de esa agrupación. La Unión Patriótica que por la misma época quiso ser el brazo político de las FARC luchó en las urnas y disputó el poder democráticamente obteniendo resonantes triunfos: senadurías, diputaciones y alcaldías fueron ganadas limpiamente. Naturalmente eso no gustó a la oligarquía que considera a Colombia como su coto privado. La Unión Patriótica, en un acto que recrea toda la historia del país, fue diezmada, totalmente masacrada. Dos candidatos presidenciales, la mayoría de sus representantes populares y cerca de cinco mil militantes fueron asesinados. Esta experiencia muestra las formas que asume la "política a la colombiana" cuando los intereses de la clase dominante están en riesgo. El saldo final de esta incursión guerrillera por las "vías democráticas" le produjo muchas más bajas que los veinte años de guerra en ese entonces». (14).

La naturaleza de las guerras de clase

Lenin decía, que al analizar un fenómeno social, había que partir de la situación histórica concreta y de los elementos objetivos de la realidad. La principal característica política de la etapa actual, está expresada por la ultrarreaccionaria política internacional de los estados imperialistas, y en lo fundamental por la agresividad que exhiben los Estados Unidos a través del desarrollo de la «doctrina Bush». La voracidad imperialista se plantea una nueva repartición geopolítica del mundo y una nueva relación de poder entre las potencias mundiales. En esta carrera por el dominio estratégico del petróleo y de otras riquezas naturales, los imperios compiten y son los americanos, los que a través de su poderosa maquinaria militar ejecutan planes para el dominio mundial. En este periodo, especial para las luchas sociales, no hay ningún indicio que muestre que un grupo subversivo puede sacar ventajas en una negociación política con los representantes del Estado. El carácter simicolonial de los países pobres da como resultado, que a mayor reaccionrización de los estados imperialistas, mayor será la reaccionarización de los estados y gobiernos de los países del llamado tercer mundo.

Lo que mucha gente denomina «mundialización», y que Lenin definió en abril de 1917 como etapa imperialista del capitalismo (15), no sólo se refiere a la hegemonía ejercida por el capital monopolista, la exportación de capitales y la gran concentración de la producción y del mercado capitalista, sino también a la subyugación (semicolonialidad) política, económica y militar que imponen las potencias a los países del llamado tercer mundo. Creer que en esta etapa, de control sin límites de parte de los Estados Unidos, una guerra por el socialismo se desarrollará victoriosamente hasta la conquista del poder, sin intervención militar extranjera, es un grave error que puede conducir a la derrota y exterminio del movimiento liberador. Bajo las condiciones actuales, ningún partido revolucionario podrá hacerse del poder político, si antes no derrota a las fuerzas militares de los imperios, en especial la de los americanos. En Colombia o Nepal, una verdadera lucha de liberación nacional, se definirá en un enfrentamiento militar con las fuerzas armadas de los Estados Unidos, de la OTAN o de cualquier otra potencia mundial. Es claro, que en la coyuntura política del momento, ninguna fórmula pacifista servirá para liquidar el poder de los grupos de poder locales y el imperialismo. Los Estados Unidos y sus aliados jamás permitirán que un partido proletario, o cualquier otro movimiento medianamente antiimperialista, se instale en el poder sin que ellos intervengan abiertamente.

De la revolución china a Nepal

Es verdad que en ciertas condiciones históricas excepcionales una organización revolucionaria, cuidando de no debilitar sus fuerzas y menos perder su perspectiva estratégica de poder, puede sentarse a la mesa a negociar con los representantes del Estado. El caso más concreto y ejemplar se refiere a la revolución china, que algunos grupos subversivos toman, no para guiarse por su extraordinario ejemplo, sino más bien como pieza para camuflar sus arreglos con los gobiernos. Así por ejemplo, los dirigentes de la guerrilla de Nepal dicen que su «búsqueda a una salida pacífica» a la guerra interna en este país se fundamenta en los «principios», la «síntesis y experiencias» de las negociaciones, tanto en China como en la Rusia soviética: «Los principios que nos guían en la cuestión de las negociaciones son las síntesis y experiencias del Tratado Brest-Litovsk bajo el liderato de Lenin y las negociaciones de Chunching bajo el liderato de Mao». (16). Así han dicho también (a cinco años de haber iniciado sus acciones subversivas): «no estamos en contra de las propias negociaciones y que estaríamos listos para luchar en la mesa de negociaciones si se cumplieran ciertas condicionesŠHemos dejado claro que si el viejo Estado quiere negociar una solución política, estamos listos». (17).

Los acontecimientos históricos son incomprensibles si ellos no son analizados rigurosamente en el contexto histórico en el que se desarrollan. El proceso de negociación entre el Partido Comunista de China (PCCh) dirigido por el presidente Mao TSE-tung y el Kuomintang se sitúa en un periodo muy particular de la historia. Estas negociaciones se desarrollan en medio de una situación mundial y nacional, que es completamente diferente al actual escenario político mundial. La condición fundamental para que los comunistas chinos aceptaran negociaciones de paz con los representantes del Estado fue asegurar el rol preponderante del Partido Comunista de China en la guerra contra Japón y en el establecimiento de la República Democrática en este país, como primera etapa hacia el socialismo. Los grandes trazos políticos en el proceso de negociación dirigido por Mao, tuvieron como escenario de fondo la brutal invasión japonesa a China. En setiembre 1931, Japón con cerca de un millón de soldados, invade Manchuria y establece por la fuerza un gobierno títere. En esa etapa, lo categórico, señala Mao, era «garantizar la integridad territorial de China y prevenir la catástrofe de la subyugación del país». (18). Bajo este propósito, salvar el país y derrotar a los invasores japoneses, los comunistas chinos plantean la formación del Frente Único Nacional, el que conciben con la participación de todas las clases y sus organizaciones políticas, incluyendo en primer lugar al Kuomintang el más grande partido de la burguesía y terratenientes de China que se encontraba en el poder. Mediante esta unidad, como dijo Mao Tse-tung, el Partido Comunista impulsaba un «gobierno de tiempo de guerra» favorable a la guerra de resistencia contra Japón. (19). Como lo registra la historia, el Partido Comunista de China y su aparato militar salen fortalecidos de la guerra antijaponesa. En 1944 el Ejército Rojo, contaba con un contingente militar de un millón 270 mil soldados (fuerza regular y dotados de armas modernas que habían recuperado al ejército japonés) y cerca de dos millones de milicianos. El Estado de Nueva Democracia, estaba en pleno desarrollo donde regían nuevas leyes y nuevas formas de distribución de las riquezas. En el territorio controlado por el Ejército Rojo vivían 160 millones de habitantes. Para el Koumintang la situación era al contrario. Durante la guerra de resistencia, el ejército y el Estado dirigido por el Chiang-kai seng, se habían desprestigiado. Sus tropas estaban completamente desmoralizadas, y muchas de ellas se pasaban a las filas de la revolución.

En el aspecto internacional, las negociaciones de paz en China se situaron en un periodo caracterizado por tres elementos políticos que interactuaron en el impulso de las luchas de los pueblos oprimidos: 1) El estallido y desarrollo de la segunda guerra mundial. Esta guerra, y la movilización mundial para luchar contra el peligro fascista tuvieron enorme impacto en las luchas democráticas y de liberación nacional. 2) La URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) en el transcurso de la guerra, y sobre todo después de 1945, logra un sólido equilibrio militar y económico en la escena mundial. Con un ejército moderno de varios millones de hombres, y con un enorme prestigio se convierte en el mejor aliado de las luchas de liberación, y en una poderosa fuerza disuasiva de los ataques imperialistas a los países en revolución. 3) El Movimiento Comunista Internacional (MCI) era fuerte y actuaba poderosamente en la mayor parte de los países pobres y ricos. Desde 1917 hasta mediados de los años 50 se desarrolla un sólido movimiento social dirigido por reconocidas vanguardias revolucionarias (marxistas). La actividad política de los comunistas a nivel mundial tenía enorme influencia sobre la política interna de los estados burgueses. Además, China tenía con la URSS miles de kilómetros de frontera común, y ese hecho geográfico constituía una retaguardia segura para la revolución dirigida por Mao. Comparado eso con Nepal, este país no tiene ningún aliado en sus fronteras. China y la India que acaparan casi el total de sus fronteras, no solo se han pronunciado contra la lucha armada dirigida por los maoístas, sino que incluso están entregando armas, dinero y asesores militares al régimen despótico de Nepal.

¿Cuál es la situación actual en el mundo?

Entre la situación política en la que se desarrolló la revolución china del 49 y la etapa actual hay objetivamente una tremenda diferencia. La coyuntura del momento está signada por tres elementos que poderosamente influyen en los acontecimientos políticos a nivel internacional. Primero, no existe lo que se denominaba campo socialista. En los años ochenta, después de un largo proceso de descomposición originado en la segunda mitad de la década del 50, se desmoronó la Unión Soviética, y los Estados Unidos quedaron por el momento sin ningún rival a nivel mundial. La URSS, primero como gran país socialista, y después como socialimperialismo, constituía una fuerza equilibrante a nivel de las potencias mundiales.

Segundo, como parte fenómeno relacionado al fin del «campo socialista», los Estados Unidos se han constituido en los amos absolutos del sistema capitalista mundial. A partir de ello, los norteamericanos estructuraron la estrategia militar denominada «Control del Planeta». Como parte de ello, los americanos vienen aplicando un plan militar que denominan «Guerra Preventiva» mediante la cual se otorgan el derecho de abolir, a través de la guerra, toda norma y el más elemental derecho internacional.

Tercero, el movimiento comunista internacional sigue en crisis y no existe por el momento tentativas serias para superar esta situación. Sí hasta antes y después de la segunda guerra mundial, la clase obrera contaba con un fuerte Movimiento Comunista Internacional, ahora la situación es diferente. No hay dirección revolucionaria a nivel internacional, y en gran parte del mundo no existen verdaderos partidos comunistas. Incluso, a consecuencia del fin de la URSS, han desaparecido o sobreviven miserablemente los caricaturescos partidos comunistas de la «órbita soviética». Estas organizaciones (las pocas que quedan) son actualmente apéndices de los partidos burgueses, y dependen íntegramente de las migajas que reciben del Estado. La crisis del movimiento comunista ha dejado el terreno libre a organizaciones y partidos políticos de la gran burguesía, de los terratenientes o de la pequeña burguesía. Con algunas excepciones, las débiles organizaciones comunistas, ya sea en los países ricos o pobres, no tienen ningún peso político y en general están alejadas de las luchas del pueblo. Tal es así, que las grandes luchas y movilizaciones espontáneas de masas y las explosiones sociales en los países llamados del tercer mundo (que expresan la existencia de una permanente situación revolucionaria en desarrollo), a falta de una dirección política y sin perspectivas estratégica de poder, se disuelven dentro de un proceso de reacomodo de las elites políticas que dirigen el Estado. El mismo fenómeno se ha observado en las grandes movilizaciones «antimundialización» o en aquellas que se han desarrollado en los países ricos contra la guerra en Irak. Estos movimientos, pacifistas y eclécticos, han sido promocionados y dirigidos por Organizaciones no Gubernamentales (ONG), partidos políticos burgueses, ecologistas, y otros, que en la mayoría de casos representan a sectores anticomunistas de estas sociedades.

A modo de conclusión cabe mencionar que la historia de todas las revoluciones triunfantes ha probado que de todas las guerras, la única que no puede terminar en empate «sin vencedor ni vencido» como se propagandiza durante los diálogos de paz, es la lucha por el socialismo. En este aspecto, es más que evidente que la histórica lucha contra el sistema de explotación, no tendrá sus mejores resultados en la mesa de negación, sino más bien en el terreno del combate militar, ideológico y político contra la burguesía y las potencias mundiales. Esta noción de objetividad está probado por la ciencia de la revolución (el marxismo) y la propia experiencia histórica. Así un proceso revolucionario cuyo propósito estratégico es el socialismo, tiene que afirmar su decisión de recurrir a los «fusiles, cañones y medios autoritarios» para conquistar el poder y sostenerse en ella. (20).

La naturaleza y la esencia de las guerras en Colombia, en Nepal o en cualquier otro país pobre, es que éstas son guerras de clases, es decir la lucha entre explotados y explotadores. Este tipo de guerras son fenómenos sociales que surgen y maduran en un largo proceso de agudización de las contradicciones antagónicas entre ricos y pobres. Estas contradicciones solo serán resueltas mediante un violento enfrentamiento político y militar con los grupos de poder locales y el imperailismo. Fuera de esta verdad absoluta solo queda la fantasía política que viene envuelta en la idea burguesa que plantea solucionar el conflicto armado a través de las negociaciones de paz. Esta idea bastante de moda en la actualidad, ya sea como movimiento táctico o estratégico, es el camino más seguro a la capitulación. En tanto ello, hay que recharzarlo y denunciar no sólo a los dirigentes protagonistas de los acuerdos de paz, sino también a aquellos que desde la «izquierda» y de desde las instituciones de los estados imperialistas (ONG, iglesias, «comisiones de paz», etc.) aplauden y sostienen tan aberrante solución para las guerras internas. Reviste una importancia de orden estratégico para la revolución, hacer ver a las masas que las «salidas pacificas a los conflictos armados», o los «acuerdos de paz», con los opresores son espejismos políticos fabricados para derrotar los procesos armados.

Bruselas, 29 de abril 2003.

Luis Arce Borja

Fuente

(1). Prachanda, presidente el Partido Comunista de Nepal (Maoísta), reportaje publicado por la revista Un Mundo que Ganar, mayo 2001.
(2). Prachanda, presidente del Comité Central del Partido Comunista de Nepal (maoísta), 13 de febrero 2003. El mismo discurso fue expresado por Barburam Bhattarai, miembro del buró político del Partido Comunista de Nepal. En una entrevista publicada el 14 de diciembre 2002 por The Washington Times. Señaló: «Šnuestro objetivo político inmediato es el establecimiento de una república democrática. Hay que hacer notar que nosotros no presionamos por el establecimiento de una república comunista, sino más bien por una república democrática burguesa. Es por esto que nosotros tenemos como reivindicaciones inmediatas establecer una mesa redonda que reúna el conjunto de las fuerzas políticas, formar un gobierno interino y la elección de una asamblea constituyente».

(3). Carta abierta al Presidente Alvaro Uribe Vélez, Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP, Colombia 20 de agosto 2002.

(4). Diario El Tiempo (Bogotá) , tomado de Resumen Latinoamericano del 2 de abril 2003.

(5). Según Isabel Jaramillo Edwards (Centro de Estudios sobre América, enero 87), la estrategia denominada «Conflicto de Baja Intensidad, «incorpora elementos doctrinales que tuvieron vigencia a partir de la segunda guerra mundial». Según la analista, el «Conflicto de Baja Intensidad», que surgió en 1981, se desarrolla en el marco del programa «seguridad y desarrollo» cuyo objetivo es liquidar los movimientos subversivos o cualquier expresión de lucha antiamericana. La autora resume esta estrategia, como una «concepción estratégica flexible e integral, cuyos objetivos son fundamentalmente políticos-militares y de largo alcance. Señala que su instrumentalización corresponde a la aplicación de opciones políticas, económicas, diplomáticas, militares, sociales, sicólogas y de propaganda.

(6). El Conflicto de Baja Intensidad, modelo para armar, Isabel Jaramillo Edwards, Centro de Estudios sobre América, enero 87.

(7). En setiembre de 1992 fue capturado el jefe de la guerrilla maoísta del Perú. Después de una parodia de juicio fue condenado a cadena perpetua. Inmediatamente fue recluido en una cárcel a 4 metros bajo tierra y quedó completamente aislado del mundo exterior. Extrañamente en octubre de 1993 el gobierno publicó la primera «carta de paz» que supuestamente el jefe gurrillero envío al gobierno para buscar una «negociación de la guerra interna». Estas cartas, así lo denunció la dirección del Partido Comunista del Perú (PCP) fueron fabricadas en los laboratorios del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) dirigido por Vladimiro Montesinos y sostenido por la CIA americana.

(8). Cese el Fuego, Una Historia Política de las Farc, Jacobo Arenas, febrero de 1985.

(9). Plataforma para un Gobierno de Reconstrucción y Reconciliación Nacional, Octava Conferencia de las FARC, abril 1993.

(10). -«Todas las sangres», es el título de una novela del escritor indigenista José María Arguedas (1911-1964). Este titulo fue vulgarizado y convertido en eslogan electoral por Alejandro Toledo. El «cholo» Toledo, utilizó demagógicamente su aspecto racial, y en su campaña electoral del 2001 ofreció un gobierno de «todas las sangres». Con ello se refirió a establecer un régimen integrado por pobres, ricos, indios («cholos»), mestizos, blancos, negros y etc.. Toledo ganó las elecciones y la presidencia del Perú, y el supuesto gobierno de «todas las sangres» ha resultado una pesadilla para los pobres.

(11). C. Marx y F. Engels, obras escogidas, tomo 2.

(12). Manuel Marulanda, El Tiempo, 7 de abril 2003.

(13). (Lenin, Discurso en la conferencia de obreros y soldados rojos del cuartel Rogojsko-Simonovski, obras completas 31.

(14). Florencio Rodil Urrego, Colombia: La guerra estalló por miedo a la paz, Revista Rebelión, 21 de marzo 2002.

(15). Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, abril 1917.

(16). Entrevista a Prachanda, jefe del Partido Comunista de Nepal, publicado por «Un Mundo que ganar» número 27 del 2001).

(17). Reportaje publicado el 28 de mayo del 2001 por la revista «Un Mundo que ganar».

(18). Comité Central del Partido Comunista de China, diciembre 1935).

(19). Mao Tse-tung, entrevista con el periodista inglés James Bertram, octubre 1935.

(20). Carlos Marx y Federico Engels, obras completas, tomo 18.


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